Sí, tu cerebro elabora la realidad del momento, y puede hacerte sentir y actuar más allá de lo que parece lógico. Como cuando te afanas en defender con un ímpetu por encima de la razón a tu equipo favorito o una causa.
Y es que también crea vínculos afectivos y por supuesto, es capaz de razonar y ordenar tus emociones. ¿Por qué no puedes tirar un jersey viejo y sin embargo tienes perfectamente asumido que tu mejor amiga de la infancia vive a 12.000 km y no te afecta?
Sabemos que, desde el principio de los tiempos hasta hace unos miles de años, nuestro cuerpo ha ido cambiando y adaptándose. El cerebro humano, como otros órganos, mantiene — y mejora — elementos y funciones que pertenecen a etapas evolutivas anteriores, y cuya manifestación podemos ver en nuestras reacciones.
La teoría de los tres cerebros: reptiliano, mamífero y neo-mamíferodesarrollada en los años setenta del siglo pasado explica, en parte, la complejidad de las reacciones y relaciones humanas. Conocer esta división funcional es un buen paso para entender mejor cómo nos desenvolvemos: toda la información que recibimos del mundo exterior realiza un recorrido por estas tres zonas diferenciadas e interconectadas, que aportan su interpretación del mundo exterior. Cada una con una misión, todas complementarias, y que trabajan juntas la mayoría de las veces.
El llamado cerebro reptiliano es cuyo centro es el hipotálamo , es el encargado de las funciones básicas del cuerpo, mantiene el equilibrio homeostático (los procesos internos del cuerpo). Regula el dormir, el despertar, el hambre, la respiración, los movimientos inconscientes y las secreciones hormonales. Es el más reactivo, instintivo y primitivo: lucha o huye (fight or flight).
El cerebro mamífero, se desarrolla a continuación, rodea el diencéfalo y se corresponde con el sistema límbico, que incluye la amígdala y el hipocampo. Genera emociones primarias de miedo, ira o apego. Además es el responsable inicial de la memoria, que nos permite relacionarnos socialmente: es el cerebro afectivo. Pero no tiene contacto directo con el mundo exterior.
El cerebro neo-mamífero es el que compartimos con muchos primates y desarrolla el pensamiento abstracto. Se ubica en la corteza (neo-córtex) del cerebro y gracias a él podemos razonar, inventar pero también fantasear o sentir cosas como el amor romántico, muy diferente del impulso reproductor que corresponde al cerebro reptil. Este cerebro nos proporciona la capacidad de ser conscientes del presente, de hacer planes de futuro, o de rememorar el pasado. Y, muy importante, elabora las reacciones instintivas y emocionales de las áreas anteriores.
El sistema límbico procesa toda la información que le llega desde el neocórtex, y desde el hipotálamo, pero no diferencia una amenaza real para tu supervivencia, de una fantasía o un recuerdo. Sólo evalúa y busca una solución. La información que percibimos viaja dentro del cerebro por diferentes estructuras neuronales, y la vamos procesando.
Gracias a la activación sucesiva de las distintas zonas del cerebro a lo largo de este proceso neuronal podemos, entre otras cosas, reconducir una señal inicial de alarma hacia reflexiones o sentimientos de los que somos conscientes, y así no actuar de forma impulsiva. Llegamos entonces a neutralizar reacciones instintivas o emociones y mantener la concentración o la serenidad necesarias.
La ansiedad por ejemplo, es un conjunto de síntomas del miedo a algo que creemos que va a ocurrir en el futuro. Ese miedo desencadena sensaciones o reacciones que nos desbordan: dolor de estómago, opresión en el pecho, sudor en las manos, sed. Hacemos una lectura seguramente exagerada de la realidad, y no somos conscientes de que estamos reaccionando en lugar de tener una respuesta razonada. Es decir, damos por buena la respuesta de nuestro cerebro más primitivo sin darnos cuenta.
Para sobrellevar una situación de ansiedad, puede ser muy útil recurrir a la atención plena (mindfulness). Un buen ejercicio consiste en ser consciente de lo que está ocurriendo: para eso hay que parar, respirar, trata de averiguar qué emoción estás sintiendo. A continuación permítete sentirla. No la bloquees, eso sólo empeora los síntomas o agudiza la sensación. Ve más allá: investiga con curiosidad ¿cómo te afecta, dónde se localiza? Recuerda que el mindfulness consiste en experimentar el momento, sin juzgarlo y sin esperar un resultado. Por supuesto, no te identifiques con ninguno de los pensamientos o sensaciones. Tú no eres eso que notas, es tu cerebro que está opinando algo sobre una situación, así que puedes elegir observarlo y mantenerte en tu centro.
Las circunstancias tan cambiantes y la rapidez de procesamiento del cerebro, siempre te puede hacer actuar como si te persiguiera el coyote, y tu fueras el correcaminos. La constancia en la práctica de meditación va moldeando tu cerebro, de forma que este tipo de respuestas calmadas son más y más frecuentes, incluso llegan a ser espontáneas.