Nuestro cuerpo es un mecanismo sofisticado resultado de millones de años de evolución, diseñado para velar incansablemente por nuestra supervivencia. Es nuestro cuerpo quien se ocupa de funciones vitales como la respiración o la digestión sin que nosotros tengamos que intervenir. A cambio, está dotado de una gran autonomía para tomar decisiones y, cuando se encuentra con lo que considera un desafío, tiene la capacidad para activarnos rápidamente. Por eso, en los momentos de ansiedad el razonamiento no suele ser de mucha ayuda, necesitamos emplear otro lenguaje más antiguo.
Afortunadamente es posible acceder a nuestra naturaleza más instintiva por medio de la respiración, una de las pocas funciones corporales que tiene lugar de manera automática e inconsciente, pero que también podemos controlar de forma consciente. Por ese motivo, el Yoga y la Meditación siempre la han utilizado para influir en lo que sucede en nuestro interior.
Los estudios científicos han demostrado ahora algo que los yoguis practican desde hace mucho tiempo: cómo el control del flujo respiratorio nos ayuda a calmarnos en situaciones estresantes. A través de la respiración se puede disminuir parte de la respuesta emocional en momentos de ansiedad, en los que la respiración es rápida y superficial. En cambio, respirar más lenta y profundamente de forma voluntaria, utilizando el diafragma, nos permite frenar la activación de nuestro cuerpo para serenarnos. Ahora tenemos evidencias científicas de cómo la respiración modifica el estado de ánimo y cómo el estado de ánimo modifica la respiración, algo ampliamente explorado por la tradición oriental.
Lentificar la frecuencia respiratoria de forma consciente en torno a 6 respiraciones por minuto produce una serie de respuestas fisiológicas de relajación en el cerebro y en el cuerpo. Concretamente, las exhalaciones largas estimulan el nervio vago encargado de calmar el sistema nervioso y disminuir la presión arterial, lo que supone muchos beneficios para nuestra salud física y mental.
Reducir conscientemente el ritmo de nuestra respiración en reposo puede relajarnos en multitud de situaciones, no solo en aquellas de mayor estrés y nerviosismo. Empezar a meditar con respiraciones lentas y profundas ayuda a calmar la mente más rápido, promoviendo ondas cerebrales que nos llevan al estado mental relajado y concentrado.
Aunque la técnica de meditación más extendida en las clases de mindfulness consiste en observar la inhalación y la exhalación sin modificarlas, respirar profundamente al inicio puede situarnos en un estupendo punto de partida para nuestra práctica contemplativa. Después, devolvemos la respiración a su ritmo natural el resto de la sesión, usándola como ancla para nuestra atención.
1. Llevar la atención al estómago. Percibir cómo el abdomen se expande al inhalar y se contrae al exhalar nos ayuda a centrarnos en las sensaciones físicas producidas al respirar, principal objetivo de esta meditación.
2. Visualizar el aire que respiramos. Imaginar que el oxígeno entra a nuestro cuerpo de un color determinado y sale otro diferente es un excelente recurso para las personas más imaginativas.
3. Contar del 5 al 1 y del 1 al 5. Realizar cuentas descendentes y ascendentes al exhalar nos centra y evita que nos distraigamos durante la meditación.
Esta técnica requiere de esfuerzo y constancia para prosperar y, aunque al principio resulte complicada, mejora con la práctica. Para aquellos que quieren profundizar tanto en la meditación como en la atención plena en general, siempre es posible realizar un curso de mindfulness con un instructor que profundice en la materia.
Del mismo modo, la app bambú nos permite realizar ejercicios de respiración de forma cómoda y sencilla, sin necesidad de tener conocimientos o experiencia previa. Sus diferentes modalidades nos guían para respirar lenta y profundamente con el objetivo de relajarnos o para llevar el foco de nuestra atención a nuestra respiración para concentrarnos. Además, ofrece información muy valiosa para entender mejor el mecanismo del estrés, siendo de gran utilidad tanto para la teoría como para la práctica.
